I.S.B.N.- 10: 84-695-9038-3
I.S.B.N. -13: 978-84-695-9038-6
PREDICAMENTES
MARGINALIA
Antífona de los dos discípulos
Prólogo
Escribo, de forma ocasional, y eso es
todo.
El cómo y el porqué muy poco importa.
¿Aturdir las horas con mis versos? No lo
sé. Nunca lo supe.
Deciros que escribí de tarde en tarde, muy
espaciado, algún que otro renglón.
Y los guardé, improvisados, en hojas
polvorientas.
¿Alguna explicación? Nunca lo supe.
Alguna que otra vez. Sin ningún drama.
En las horas más claras de la vida.
Sólo el oficio.
O quizás...
Escribo, de forma ocasional. El cuándo y
el porqué muy poco importa.
----
----
----
----
Se encontraba suspendido en su mundo
dando sus cadencias al mar
a la tierra
al aire.
Dejaba tras de sí sus notas
con un desdén febril, meticuloso,
esperando sin sentir,
sin sentir pero sabiendo,
lo que es nada.
Y allí suspendido sonreía a todo;
amargo el rictus en la mirada
y un veneno oculto entre los labios.
Un vestigio de estrella su ventana
al Mar y al Sol en un solo cuerpo.
Se encontraba dormido en sus aires,
dando sus cadencias al mar,
a la tierra,
al aire,
esperando sin sentir,
sin sentir pero sabiendo,
con frenesí de vida,
lo que es la nada.
----
Sufrir
el tiempo siempre. Lo perdido.
Un
presente continuo hacia la nada.
El
futuro: un ayer en el mañana.
Y
siempre batallar siempre en lo efímero.
Morir es su destino y lo presiente
midiendo a cada instante su distancia.
Un deseo de vivir en la ignorancia
y un irse consumiendo mansamente.
Temblor callado es que se eterniza
en un secreto anhelo de esperanza.
Y todo gozo es gozo que se alcanza
en un sabor a polvo y a ceniza.
Morir es mi destino y mi tormento
y siempre ocultamente (y siempre en vano
escondido en la vida) hay un acento
a quien me ofrecería aquí en mi mano
una luz que aliviara el pensamiento,
de la tierra, del fuego, del gusano.
de la tierra, del fuego, del gusano.
----
Ars vivendi, ars scribendi
El centro de mi alma es una ausencia
que no pienso escribir en estos versos.
Es ausencia y temblor que dejo inmersos
en un cordial rincón de mi conciencia.
Territorios visito con frecuencia
ahuyentándome de ojos tan adversos
que, en mirando, desaten los dispersos
manantiales que alumbren mi dolencia.
Me sentaré tranquilo en mis telonios,
bajo un cielo sereno, de mesura,
y no daré de mí más testimonios.
Destierro de por vida la aventura;
pues no he de alimentar yo mis demonios
para hacerlos después literatura.
----
CRÓNICA
1
¿Hablaré de
sobremesas mortecinas, de ingrata dejadez que llamaría
(poeta del hastío,
moderno y previsible) abulias y desganas y fastidios?
O puedo simularos
(se llevó en círculos y escuelas)
furores, desvaríos,
extraños pensamientos y extrañas expresiones,
fingiendo apabullar
el Universo con terribles, tremendas boberías.
O, más
contemporáneo todavía,
al modo y al estilo
de uso en u.s.a. no hace mucho,
vestiría la túnica
del caos
(oficiante
intencionado de un rito intencionado de ignorancia)
para gritar la
confusión confusamente,
las convulsiones
del alcohol, el sicotrópico y el sexo,
logomaquias de un
imbécil poeta neoyorquino, quizás de San Francisco,
vástago tontuelo e imposible de una tonta libertad de puritanos.
Sí y no.
Hablaré de sobremesas
mortecinas en grata dejadez,
serenos
decaimientos,
fastidios y
desganas deliciosas, abulias placenteras,
Arrellanado en el
sillón de todas las ausencias,
complaciente y
complacido,
a distancia amable
y socarrona del fuego y el fervor de nuestra carne,
no apetezco bregar
con la existencia, el inútil bagaje de la vida.
Entonces, con
plácida sonrisa,
contemplando mis
propias lejanías en la pared de enfrente de la mesa,
me encanta
bosquejar tranquilamente inciertos y vagos paraísos,
sin límites,
de humildes
perfecciones.
Después, más
adelante (aventura extraordinaria)
bogar sin rumbo, a
la deriva por una tibia luz de la consciencia,
sin mares y sin
costas, sabiendo y no sabiendo mi norte y mi levante,
sin mirar la aguja,
sin apuntes en el cuaderno de bitácora.
Y, al fin, sólo un estado.
El ocio señorial
del pensamiento.
2
Sin embargo,
algunas veces, he de admitirlo,
en el trasfondo de
aquel suave cansancio suenan ecos de un temblor difuso,
una eclosión
informe
removiéndose por
ser, llegar a la existencia
buscando a tientas
las palabras.
Entonces,
con plácida sonrisa
y esfuerzo suave y reposado,
todo entero
observándome a mí mismo, redundante, en laxitud convaleciente del espíritu,
me empeño en
esbozar algún que otro renglón (lo dije ya una vez, si todo no es un sueño);
partero de los
hijos de mi alma,
de ese algo
pugnando en las entrañas que no logra alcanzar la luz del día.
Tierna crónica de
un tierno fracaso
que aplazo, no
obstante, por si acaso,
al azar de mis
notas y carpetas.
Y atiendo;
(no es la
depresión, no es el cansancio, ni en vela y despierto, en otros modos)
Oigo el tic-tac que
en esas tardes acompasa el lento ritmo de las horas.
Atiendo y oigo en
mi silencio absorto el fluir, mudo y constante, de la arena;
caer la arena en el reloj del mundo.
Hora es ya de
planear in mente el estadillo final de la jornada.
La hora de salir,
con tiempo calculado (sin consultar ninguna esfera, os lo aseguro).
Llegarme al ancla,
allá en Pescadería, a la hora en que se inicia el declive de la tarde.
Atravieso,
inmerso en los colores mansamente derramados por el Sol desde el Poniente,
el Parque junto
al Puerto, la Rambla, las orillas del mar, atento solamente a la bahía.
Alcanzo El
Palmeral donde contemplo, traspasado, los fastos y apoteosis del Ocaso.
Al término, en
meditada lentitud, me alejo siguiendo la estela de los árboles,
un tanto ajeno y
aturdido por el don de la reciente maravilla.
Calles.
Avenidas. El gris acerado del asfalto.
Y
el azul en la bóveda del cielo.
3
Busco otra altura
de la Rambla y de mi ánimo, con ese azul del cielo vencido por la luz de las
farolas]
Un cielo de
ciudad casi nocturno.
Un cielo de
ciudad que (¿desde cuándo?) no transparenta las estrellas.
Hora es ya de
declarar el destino de tal itinerario:
periplo a una
taberna con dos puertas de entrada, cuyo nombre no importa y me lo guardo
(ciertos
lectores, a la fecha en que escribo estas nonadas, sonrientes, ya lo habéis
adivinado)
Desportillada.
Cochambrosa. Un punto infame, a ser sincero.
(Y al oído: con
fauna propia ambientando su propio ecosistema)
Pero es la de
siempre, aún más por la noche: íntima, amigable, amarillenta ¿Cómo evocárosla?
Algo así al Café
de noche de Van Gogh en un tono menor de la tristeza.
Me allego por la
puerta de atrás, el callejón oscuro y solitario; comprendedme.
Allí los
parroquianos ocupan los sitios de costumbre y se entregan, por costumbre,
(yo no intervengo,
siempre advenedizo) a una balacera de pullas y de ingenio.
Es
taberna, es parroquia y escenario de un entremés improvisado de la vida.
Pago. Saludo
apresurado. Me arrojo a callejas humildes, pálidamente iluminadas;
con pasos
rápidos, al arrimo de paredes desconchadas,
mirando las
aceras por no ver los bloques de ignominia
(¡ah!, no evocar
portales y fachadas, pasillos y escaleras de presidio,
paisajes
infernales a patios interiores de condena:
sucia invitación
a la fealdad, al agobio de vivir, al suicidio vulgar y sin nobleza)
Por último, casi
en volandas
(apremio que no
es la depresión ni es el cansancio ni es desasosiego: en otro modo)
ocupado el
pensamiento, y ya termino,
en llegar, subir
de dos en dos los escalones, abrir, echar las llaves
(encerrando tras
la puerta, fuera de casa, el mundo, mi persona, la existencia)
y sin hacer caso
de nada ni de nadie
ovillarse en el
lecho apetecido.
Cerrar
los ojos. Ignorarlo todo.
Más allá de la
calma y del sosiego.
----
----
Epohè
Dejar pasar el tiempo, indiferente. Con
gesto de indolencia
desechar los pensamientos, las caricias.
Oír calladamente el silencio. Mirar sin
darles nombre, muy lentamente,
cosa por cosa: un extraño a quien le
ocurre la existencia.
O escribir estos versos, por ejemplo.
Momentos de abandonos, de esperas, de
verdades.
Porque abrazamos sombras en vez de
realidades
y aspiramos con fervor rosas de un día,
guardé siempre conmigo, recogidas,
estas horas de ausencia, de repliegue y de
vacío.
El rumor de la lluvia en la ventana.
Y mañana,
otra vuelta de tuerca a mi destino.
----
----
----
----
----
----
----
A Ángel
Utrera, por todas las veladas compartidas
----
----
----
----
----
Nocturno de los dos Eros. Tensiones
----
Al Corazón, ad portas
----
----
-------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
----
Una moción al modo de un Arte
Poética de Neruda
¡Esta luz ausente, inmersa
en el tumulto!
¡Esta sombra muda hablando
sin descanso! ¡Esta quietud!
¡Oh, sí, esta quietud
incesante deambulando los espacios angostos de mi dormitorio
sin límites!]
Y este olor nocturno a no sé
qué espantos, de un sumidero algo lejano,
como una sentina cegada -
¡oh, sombra de mi luz! - a la cabecera de la cama.
Y al hablar, entonces: un
texto borroso hay, y una página en blanco,
un silencio atronador de
amontonamiento sin nombres
y una débil convulsión
inútil, como temblor desarbolado
de ansias derrocadas y
lujurias marchitas.
Sobre mis días, sobre mis
horas, una calima densa, extenuante,
el sabor a polvo, monótono y
tenaz, de mueble antiguo;
y también, quizás, el aire
enmohecido de los salones muertos,
de alcobas ya desalojadas
por sus dueños hace ya años
me acompaña, y la tierra
áspera que estrujo entre mis manos,
¡oh, tiempo!
en mañanas que no quiero
despertarme,
en tardes de relojes
somnolientos y estériles
y noches abrumadas sin peso
ni medida;
¡oh, sí! como una turbia
postración en el centro de mi celda,
mi presidio, mi desierto,
abandonado,
cuando ya no hago preguntas
y no espero respuestas.
Pero, de pronto, en verdad:
un impulso huracanado, un viento impetuoso
me arrebata, y una brisa
cierta y un aire celeste y un vuelo de águila;
un derrumbe hay, un olvido
sin término y una entrega confusa.
----
La sobremesa de un incipiente verano. Alguien ha abatido las persianas evitando la excesiva curiosidad del Sol. Por los resquicios, pequeños haces de luz atraviesan la penumbra del cuarto solitario. Una mesa arrimada a la pared, bajo la ventana. En ella, sobre el blanco mantel, un rayo incide en una copa con vino. El poeta pasa y mira.
La penumbra, las finas láminas de luz, el destello en el vino y el cristal, la purísima blancura, la quietud, la soledad y el silencio.
Un ligerísimo temblor, un acorde, un delicado movimiento en profundas lejanías del alma ¡Una Creación inmensa en el espacio y en el tiempo, para tejer en su decurso, estas perfecciones del instante, del presente! ¡Un ser efímero y consciente, partícula en el río universal, para contemplarlas, aquí y ahora! El poeta asiente a la llamada. En señal de reconocimiento impetra al vino y dice:
En la copa te he visto traspasado
por las luces doradas de la tarde,
reposo en equilibrio, rojo alarde,
en el cristal de Sèvres diseñado.
El rincón de la estancia. En ese lado,
hiriendo la penumbra que lo guarde,
sobre el blanco mantel se incendia y arde
de la rosa el color más delicado.
El rayo que del Sol se desgajara,
consagrada liturgia del presente,
se hace dueño de una hora placentera.
Así quisiera yo que traspasara
la más amable luz, más esplendente,
por este corazón que tanto espera.
----
Bosque
Verdes
son los verdes.
Esencial
la vida.
Se
adentran las frondas
por el monte arriba.
¡Qué
impulso a la cumbre
de
olmos, robles, mirtos!
¿Buscarán
la brisa
de un vuelo divino?
Rumores
anuncian
corrientes
y arroyos;
cristalinas
aguas
para verdes sotos.
Se
esparcen fragancias
por
el aire entero
encelando
seres
al herirles dentro.
Por
entre las ramas
hojas
interpuestas
tamizan
las luces
en columnas tersas.
Revuelo
de pájaros
asaetando
curvas:
un
misterio vela
en
toda criatura.
Florece
en el bosque,
allá,
en la espesura,
otros
cien colores
en ofrenda pura.
El
calor de Junio
es
dulce respuesta:
¿acaso
los cielos
no saben de ofrendas?
Se
adensa la selva
por
quiebras y cerros,
alumbrando
encubre
más vida en su seno.
El
Sol en lo alto
lo
apacigua todo:
¡tantos
amarillos
derramando en torno!
El
alma comprende
que
arriba el principio
de
todo este bosque
construye su nido.
Y
lo más secreto
se
cumple en la cima.
Verdes
son los verdes.
Esencial
la vida.
----
Plenilunio en Cabo de Gata
La calma inmensa del mundo
en esta noche de luna.
Mis pies hollando la arena;
el corazón, las alturas.
Remotos los pensamientos;
el alma quieta, desnuda,
y el sueño en el que me sueño
cuando sea mi noche última
llevándome de tu mano
por las celestes llanuras
de la playa en que me encuentres
hacia
Tu Sol que te alumbra.
Esta luna en esta noche,
para las almas profundas.
----
En homenaje a Jorge Guillén
Yo sé que amanece
I
Yo sé que amanece.
I
Yo sé que amanece.
El Cielo se acerca.
¡Qué blancos, qué puros
los colores llegan!
El recinto aloja
la luz que alborea.
(El mar, ¡qué extensiones
de azules despliega!)
El día me sostiene
un dios que se asienta
en color, en formas,
en mar, en marea
que de afirmaciones
constantes recrea
el mundo en el alma.
El Sol y la Tierra.
Albor: esperanza
de un firme planeta
que al abrir los ojos
tan firme me espera.
Y hay plenitud:
la luz me lo enseña
moldeando un mundo
que siempre se entrega.
Y al mirar: mañana,
absoluta y entera.
Y un ser que mirando…
¡Oh, dicha perfecta!
II
¡Que fuertes los robles!
¡Que vaga su Idea!
Pero, reafirmando
la fuente primera,
está y es más nuestra
resuelta en materia:
ofrece ella sola
rotunda sorpresa.
Asombro de un alma
en un mundo impresa
completo de objetos
que no desintegran
sus formas, sus masas
en un Caos. Certeza
en esa gran música
que adensa materia
que viene a mis ojos
gloriosa y repleta
de ser en su origen;
¡pues es más que ella!
¡Que fuertes los robles!
¡Que vaga su Idea!
Pero, reafirmando
la fuente primera,
está y es más nuestra
resuelta en materia:
ofrece ella sola
rotunda sorpresa.
Asombro de un alma
en un mundo impresa
completo de objetos
que no desintegran
sus formas, sus masas
en un Caos. Certeza
en esa gran música
que adensa materia
que viene a mis ojos
gloriosa y repleta
de ser en su origen;
¡pues es más que ella!
----
Celebración
Verterás del profano recipiente
copa tras copa en generoso acto
de homenaje, y el gesto transparente
cumple la promesa: hay un mundo intacto.
Copa tras copa, el corazón honesto,
pletórico de gracias por lo dado,
con ojos nuevos volverá sagrado
la copa, mano, recipiente y gesto.
En copa, en mano, en recipiente, en rito,
el alma se sumerge en la inocencia
de un origen final glorioso y recto.
Pues siendo más que un néctar exquisito
sabemos que columbras en tu esencia
la nobleza de un símbolo perfecto.
----
Plenitud,
yo sé de un nombre en un lugar
irrepetible,
proclamarse un cuerpo en el lecho suntuoso
de la tarde,
de una cierta piel que fue celebración en
la gloria de su luz y su penumbra;
sé del abrazo enloquecido, renuncia,
afirmación, extrañamiento,
labios que son ojos y ojos que son labios.
Os hablo, estremecido, de una carne en la
capilla del exceso,
en los altares que aroman todos los
inciensos,
cuyo fasto y esplendor, casi me dijo: Noli
me tangere,
que
están ya para unirse en esperanza
lo
que anuncio en los espejos
y tu deseo.
Plenitud, yo sé de un nombre y un lugar
irrepetibles.
----
A Ángel
Utrera, por todas las veladas compartidas
A Ángel Utrera, que nos
hizo partícipes de sus horas purpúreas
Velada en Loma de San Cristóbal
El tiempo es el dolor. Su
fruto amargo,
la áspera corteza de la
muerte.
El tiempo es el dolor.
Así está escrito,
porque el mundo pasa y el
hombre
mora en el olvido.
Así lo escribe con
indeleble trazo
el viento en las ruinas
de los siglos.
Amigo, esta tarde
será la misma tarde, el
vino el mismo vino;
será otra la casa, otra
la mesa,
y otros serán los
comensales.
Amigo, cuando no
estemos...
Cuando no estemos.
Ésa la llaga, ésa la
herida
que mana, callada e
incesante,
en las venas interiores
del espíritu.
El temblor que agita en
la sombra nuestros sueños.
Ayer, hoy, mañana o
nunca,
morir y ver morir seres
queridos,
los paisajes felices de
mi infancia,
y, golpe tras golpe,
despertar el alma del letargo de la vida,
de esta vida, hermosa y
terrible, que teje incansable su decurso,
para encontrar en lo
Efímero y la Muerte,
un camino hacia Bien y la
Belleza.
Mas abramos, en esta
nuestra hora,
un paréntesis cordial a
los relojes. Ya está la mesa preparada,
tendidos los manteles, y
nos espera
un banquete del cuerpo y
del espíritu.
Abre la puerta (las
fragantes claridades del jardín
acoja el aposento),
acerca tu sillón,
dispón del lugar y la
velada,
y sin más dilación que la
del gusto
despliega los dones
recibidos
y llena las copas.
Llena la copa en
abundancia,
hasta anegar el interior
más profundo de uno mismo,
allí donde se agota el
pensamiento.
Oír palabras decisivas.
Sabría cómo engendrar, en
lo Efímero y la Muerte, la Belleza.
Sí, llena las copas,
y dejemos que el ahora
nos encuentre
gozando del pródigo
jazmín,
del laurel alto,
del frágil, verdecido
mandarino,
que tantos sinsabores
procura su cuidado.
Regálate en la tarde
apacible y decorosa que
nos mueve
en los sones mecidos por
los aires (allegro, adagio, allegro)
de un amado concierto de
Albinoni.
Llena las copas. Apura,
en íntimo silencio
recogido,
el don piadoso que se
ofrece
del momento perfecto y
fugitivo.
Apuremos sorbo a sorbo,
que aún nos queda luz por
unas horas
la fugaz proclamación que
de lo eterno
se esparce por doquier,
callada e indiferente.
Amigo, cuando no estemos,
¿seremos el instante
vislumbrado?
Ausencias sin sentido,
regiones devastadas, el
bosque yermo.
Asolados, vacíos, los
retiros
que un día gozoso
imaginamos
creyendo levantar un
paraíso.
Y otro día,
con voz más recia y
vigorosa,
se encargará de
recordarnos
que en el tiempo se nos
fue,
y en él se irá,
lo que en el tiempo se
nos dio.
Sin dolo y sin engaño.
Y en estas alturas de la
vida,
cuando vemos desplegarse
en lontananza
un ejército de estragos
en el cuerpo
e injurias en el alma,
cuando se impone que al
doblar cualquier esquina
allí nos dejarán,
perplejos, preguntando (¿por qué y para qué?)
ante el enigma final de
la existencia;
a estas alturas de la
vida
nos urge ahondar el
corazón,
aventar las muchas
ilusiones,
y recoger sin más,
devotamente, el grano madurado cada día.
Hoy: la música, la
estancia y el jardín,
la tarde inmensa,
un espíritu gentil en
nuestros vasos
y un vestigio de Dios
sobre la mesa.
Pues, si supimos leer
todos los signos,
¿no contiene el vino
la llave de una puerta, y
el instante
la impronta de lo eterno?
Cuando no estemos,
¿valdrá para nosotros la
ciega afirmación,
el Sí celeste,
al eterno presente
vislumbrado?
Busquemos la respuesta en
nuestra copa,
bebamos hasta hendir la
incertidumbre
de no ser confundida la
esperanza
que en la Pascua inefable
de su Gloria,
amigo Ángel,
veremos resurgir nuevas las cosas.
----
veremos resurgir nuevas las cosas.
----
In Memoriam
(24 de enero del 2.018)
Quiero evocar - segundo día de ausencia -
olvidando
lo indigno e inmerecido,
aquella
otra mañana, en los inicios
del
túnel, del horror de su condena.
La
evoco ya de pie, en la despedida.
Y
quise yo saber y pregunté,
y
hubo una respuesta espeluznante
envuelta
en sus palabras discretísimas.
Con
ese toque suyo de elegancia
en
todo, los andares y los gestos,
erguida,
se alejó con su destino;
así,
pausada, regia en el decoro,
se
nos fue por las calles de Almería.
Y fue la última vez y lo sabía.
Quiero
invocar, forzando mi vergüenza
-
la estúpida vergüenza de los hombres -
y
elevar una súplica pidiendo
a
Aquel que triunfó del Sufrimiento,
para
ti, que sufriste tu calvario,
Ortega
Almansa, Mari Carmen siempre,
que
nos mires ahora en Su Descanso.
----
Canción del Emplazado
I.
Se están cumpliendo, en su lugar y tiempo, todos los plazos que preví en la infancia.
Los refugios que supe temporales - hombres y cosas, parajes, circunstancias -
cumplieron su ciclo inapelable. Frágil consistencia de la vida: humo, aire y olvido conforman
Y la Muerte.
Trayendo a la existencia a los que emplaza.
Se están cumpliendo, en su lugar y tiempo, todos los plazos que preví en la infancia.
Los refugios que supe temporales - hombres y cosas, parajes, circunstancias -
cumplieron su ciclo inapelable. Frágil consistencia de la vida: humo, aire y olvido conforman
nuestra patria]
Vivir por vivir,
hora por hora, disfrazando los vacíos con vaciedades turbulentas como
máscaras]
O habitar en los
recuerdos, el recurso falaz de la memoria: baratijas en el osario de las almas.Y la Muerte.
Trayendo a la existencia a los que emplaza.
¡Qué avenidas de
cipreses
abiertas en mi
costado,
por donde
huyeron sin rumbo
los que amé y
los que me amaron,
hasta que un día
mi sombra
cierre el
cortejo y el paso!
Un duro manto de
piedra
se extiende por
los terrados
cegando todas
las puertas
a los soles de
mis patios.
Los mudos golpes
de un yunque
retumban sordos de espanto.
II.
Y quise hacer
presente cada término, revestir el corazón de una coraza.
Presente el tiempo
de la muerte; el tiempo de mi muerte. Y no me basta.
Pobre heroísmo
de opereta que ni llega ni me alcanza
y no satisface
lo que ansío: atisbar lo que ignora la Esperanza.
Vano heroísmo de
cobarde que no sacramenta y que profana
lo que enseña el
Viento y la Palabra:
Arrójate desnudo
a los vacíos de los espacios siderales de tu alma.
La vasta
Soledad, el territorio. Sólos tu y Él; y tú, nadie y nada.
El
Silencio, el aire que respires, y una Sed insaciada en la garganta.
¿Quién se
acostumbra a la muerte?
¿Amarrado al
duro banco
entre los mares
sin costas,
a bogar hasta el
naufragio?
¿Quién desatará
los nudos
en mi condena de
esclavo?
De otras aguas
sediento,
frente al abismo
me planto:
si hay que
saber, sapiencia;
si hay que sentir,
milagros;
si acallarse en el
silencio,
en el silencio me
allano.
III.
Pero antes,
dejadme confesar
a lo que aspira, miserable en la osadía, mi plegaria:
¡Si alguna vez, por
un instante, en las almenas altísimas del alma,
sólo una vez, sólo
un instante, una brisa en los altos adarves de mi alcázar!
¿Una alquimia podrá
en sus retortas convertir en certeza la Esperanza?
¿Hablará tu Voz en
el instante? ¡Y no aventuro, tremendo, el toque substancial de
Tu Substancia!]
Si no alcanzo a
despoblar el tabernáculo para ocuparlo el infinito de tu Nada;
si yo no sé escuchar, aboga el Espíritu; a Él apelo en socorro de mis
ansias.
Silenciad,
canciones mías,
las quiebras de
mis desgarros,
desbrozad los
sentimientos
aventando los
pasados,
y abra la
Inteligencia,
postigos,
puertas y patios;
enjugue serenamente
las lágrimas de mis
párpados
y alumbre mi
corazón
ya sin nombre y sin
vocablos,
sin el ropaje que
visto,
sin albas y sin
ocasos.
----
La Noche del Orfebre
Cada noche me
aplico en la tarea
que en un canto
inmortal se aplaudiría.
El vaso que me
dé sabiduría
fabrico en el silencio de mi aldea.
Es ardua la
labor, ardua la hazaña,
que ha puesto en
estas manos el destino.
Dios quiera que
señale mi camino
la vocación lunar que me acompaña.
En el silencio
de la noche espero
seguir la
inspiración de los arcanos,
que infundió en
los antiguos artesanos
aquella ciencia del saber primero.
Calla la aldea.
El mundo calla. Miro
en el libro el
modelo. ¡Qué paciencia
de orfebre! ¡Qué
delirio en la prudencia
con que fundo la copa en mi retiro!
Los principios
del cosmos, o sus rastros,
imito cuando
invoco en el modelo
(y es otra la
intención de mi desvelo)
la oculta inteligencia de los astros.
A la pálida luz
de los velones
no me canso en
trazar, pulir medida,
queriendo
encerrar toda la vida
en secretas, insignes proporciones.
No elijo la
materia porque agrade.
Ni el número lo
elijo por acaso.
En número y
materia de mi vaso
a sus leyes atiendo y cualidades.
Persigo, pues,
el imposible sueño
de un recipiente
que refleje el mundo.
Es otra la
intención, otro el profundo
fervor con que me gozo en el empeño.
Llevar quiero la
copa a la taberna.
Beber con
dignidad el dulce vino.
No es otra la
intención, el desatino:
sellar un pacto con la esencia eterna.
Este vaso será
como aquel otro
que por última
vez usó el Maestro;
cumplió una
plenitud de los ancestros,
la antigua aspiración que está en nosotros.
Pues solo el
corazón le da sentido
a todos los
trabajos y pesares.
¿Veré como el
primero de los pares
la unidad de la copa y contenido?
Conviene repetir
gesto por gesto,
firmar todos los
días una alianza:
no sea que la
más leve tardanza
me lleve hacia el olvido más funesto.
Haré una taberna
de las horas.
Embriagaré con
vino mis afanes.
¡Qué exacta
complacencia con mis planes,
oh, gozoso fervor que me devoras!
* * *
* * *
Cada noche, al
llegar la madrugada,
me place en mi
jardín abandonarme.
Bajando a mi
jardín para embriagarme
termino cada noche mi jornada.
Espero a ver el
Sol entre los robles
bajo el sabio
rumor de las acacias.
Atiendo el ritmo,
las eternas gracias,
la gracia eterna de las cosas nobles.
Embriagado
recibo el nuevo día
y puedo acometer
cualquier empresa.
No me agobia el
cansancio ni me pesa.
¿Habrá causa más alta que la mía?
Adornada la mesa
con las flores,
lirio, rosa,
jazmín o gladiolo,
aspiro siempre
en mi jardín yo sólo
rendir al nuevo mundo los honores.
Se aploma la
Creación sin un murmullo.
Apenas levantada
es un emblema.
Esta noche en la
copa un nuevo lema,
grabaré con paciencia y con orgullo:
El hombre interior construya el mundo
y sea su modelo... la taberna
----
Llevadme,
llevadme a la taberna, amigos míos
que está esperando el vino en las
tinajas.
Llevadme, pues quisiera en esta hora
colmar el corazón y se embriague
del dulce y fiel sopor de los
sentidos.
Dejadme en mi lugar, junto a la copa,
bebiendo hasta saciar la gran
promesa,
el rostro hacia la luz atardecida.
Dejadme en mi lugar, no llegue tarde
y deje de beber al que consuela,
pues ya la negra
noche se avecina.
Venid,
Venid, amigos míos, y al unísono
elevemos el vaso de la vida.
Llegad, amigos todos, apresuraos:
el tiempo nos reclama su tributo
y ya la negra
noche se aventura.
Bebed,
bebed todos conmigo, no temáis:
aquel que bebe el vino sabiamente
se alumbra con la luz que nos habita.
Bebed conmigo todos, no temáis
el más amargo trago de la noche:
la sangre de la
vid será el sustento.
Cuando extienda su manto tenebroso,
augurio de una eterna pesadumbre,
la sangre de la vid será el sustento
y un Cáliz se alzará contra la muerte.
y un Cáliz se alzará contra la muerte.
----
Atardeceres
La tarde se aleja.
Colma de reflejos
esos horizontes
más vastos y bellos.
También anochece
el alma en silencio.
Sola entre el pasado
y un futuro incierto.
¿A dónde la tarde
y el día en que me asiento,
las horas ganadas
a un oscuro infierno?
Voy hacia la copa;
que sea mi alimento
el más dulce vino
que donen los Cielos,
que sea mi firmeza,
olvido y recuerdo,
agua, sal y trigo,
mensaje en el Tiempo.
El vino y la copa.
Lo que yo me ofrendo
vaga por los mundos
buscando un secreto.
Será lo más próximo,
lejano y eterno:
siempre se presenta
cuando estoy despierto.
Vino, cáliz, alma,
símbolos y viento.
Alma, cáliz, vino,
celajes perfectos.
En esta gran tarde
espero en silencio
la mano, el amigo,
y un destino cierto
que borre en mis noches
terrores y miedos.
Alzo aquí mi copa,
pues sé lo que bebo.
La tarde ya muerta,
los ojos serenos,
yacen para siempre
todos mis desvelos.
El alma se aquieta
si la llama el Centro,
perderé esta vida,
ganaré…
----
Despertar y encontrarse en la taberna,
ofrecer allí la copa sin tardanza
y esperar de ese gesto de esperanza
el dulce fruto de la vid fraterna.
El dulce fruto que en la cuba inverna,
sabio regazo, maternal crianza,
escancia, mesonero: tu enseñanza
anegue el caos que en mi razón gobierna.
¡Ah, si alcanzara el sumergirme entero
en sola tu embriaguez y allí sumido
la paz de ser que en lo profundo espero!
Yo; que no acierto en lo que tú has
querido:
a darme en oblación, fiel mesonero,
en aras del silencio y del olvido.
----
Nocturno de los dos Eros. Tensiones
Palacios,
sinfonías en carne moduladas
en la alquimia confusa de mis noches,
cuando advienen, ardientes como espadas,
una escala de
formas sin reproches
me llevan,
por camino tan denso y tan extraño
a descarnar del todo la belleza,
que a una doble y mayor naturaleza
me obligo al
despertar del desengaño.
¿Sentiré,
tras las gracias que invoco y que suscito,
retablos prodigiosos de la mente,
con la esencia
que anida en el deseo?
No sé, pues
sin dejar en lo bello el accidente,
demorando la Nada que medito,
en la imagen me plazco y me recreo.
----
Al Corazón, ad portas
Despídete en este hoy
(mientras circula en tu seno
la frágil y torpe savia
que sustenta el pensamiento)
del ayer y del mañana,
de la Tierra y de tu cuerpo;
cárceles en que forjamos
placeres y sufrimientos,
los afanes y utopías
que teje y desteje el tiempo.
Considera en estas horas,
ante las puertas que llego,
la nada de la que salgo
y
la Nada en la que entro.
Corazón, ten fortaleza
si no tuviste denuedo.
----
Dum spiro spero
No sé velar, Señor.
Yo me traduzco: esperar.
Término que repito, hasta la saciedad, en
mis poemas.
Esperar.
Sin añadir, en éste, nada.
Sin modular ninguna melodía.
Esperar.
Noches.
Silencios.
Soledades.
Apagar luces y voces en la Capilla Sixtina
de mi alma.
Y escuchar, en esta noche, a Tomás Luis de
Vitoria cuando espero.
----
Plegaria
Señor: en esta noche, en que abruma el
peso de los tiempos.
En esta noche, tan imposible el hablar,
tan imposible, Señor, el pensamiento.
En esta noche, que asemeja la noche de los
tiempos.
Soñar la Vida, Señor, soñar la Vida.
Pero esta vida, señor, vida y tormento.
Tormento y llanto, Señor, llanto y lamento
que se elevan a Ti, hacia los Cielos.
Señor, cuánto el misterio. Cuánto esperar,
Señor, ante los muros
de Tu Silencio.
No Te comprendo.
Y sin embargo, ¡oh, sin embargo!, ¡cuánto esperar
en Ti, mi Dios!
¡cuánto el empeño!
Soñar la Vida, Señor; pero el Silencio...
¡Y cuánto anhelar, mi Dios!
Y cuanto el silencio.
-------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
No hay comentarios:
Publicar un comentario