MARGINALIA

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Bella como los cimientos vencidos de las flores,
como una sed vastísima purgada en extensísimos desiertos
eres, las rutilantes voces que pueblan las bóvedas combadas del insomnio,
tóxico, ardor, lava y bramido en el cráter del volcán que los vomita.
Y levanto a cada paso, y las devoro,
catedrales de luz y crónicas ardiendo.
Las deseo, sí, y las sueño y las devoro,
y alzo miradas exultantes
a los altos fuegos de mis noches. Imploro.
Imploro un perdón no deseado.
Imploro tus deseos que yo quisiera.
Imploro, sí, la insinuación de una mirada,
o de un gesto hermoso, también, y desolado.
Ando por recodos inquietantes
de ensoñaciones nocturnas mantenidas
en la vigilia alucinante de los locos.
Castigados, sí, concentro estos demonios,
sin querer mantenerlos castigados;
y siempre en tremendos torbellinos,
y siempre en círculos constantes,
vuelven, enloquecen, me enloquecen
en mitos de espirales y retornos.

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En las tardes de calmas y delicias,
cuando quieras dar cima a la jornada
y busques la alegría de la taberna,
el trato cordial de los amigos,
los placeres amables de la vida,
no olvides jamás este consejo,
que, al menos, gratis te lo doy:
no lleves junto a ti y con vosotros
al hombre del rencor y la amargura;
dejará en tu alma el espesor del plomo
y en tu boca, el triste y frío sabor de los metales.
Aléjalo de ti, no des asiento
a quien busca la ocasión de la venganza.
Escupirá sufrimiento en vuestra mesa
y no se oirá más voz que la del cieno.
Desde el mar de su rabia y su tormento
en oleadas de odio incomparables,
no habrá en su palabra nobleza ni descanso,
no habrá sonrisa que no hiera
ni paz en otros ojos que soporte.
Este es su delirio:
exponer su dolor en impúdico desnudo,
exhibir las repugnantes llagas en espectáculo,
como un escarnio para el hombre,
como una infamia a vuestro tiempo;
conmover el mundo
con tanta desolación y desconsuelo,
o incendiarlo con el fuego de su incendio.
Aléjalo de ti; pues ya os fue dicho:
no deis cabida a la serpiente,
guardaos de su veneno,
ni alimentes la hiel con esta esencia
ofrecida para gloria de tus tardes,
como un regalo precioso de los cielos.
Apártalo de ti,
hiel que buscará tu hiel,
cieno que buscará tu cieno
serpiente que buscará en ti a la serpiente
torbellino buscando el torbellino.
Apártalo,
pues hombres como ése
nunca sabrá de vuestro pacto con la copa
ni compartirá nunca con vosotros
la hora dichosa de la embriaguez gratísima.

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Divertimento quasi galante

1
Una sed de sentirte,
verte y mirarte;
un torrente sin agua
buscando en balde
calmar su celo
en la fuente escondida
de tus cabellos.
  2
¡Qué locura de esperas
en las esquinas;
sorprender tu mirada,
franca o esquiva!
Miro y me arrojo
al abismo infinito
de esos dos ojos.
  3
En acero y en plata
das los amores:
cuando hieres adornas
los corazones.
Una sonrisa
de tus labios son rosas
en mis heridas.
  4
Líneas tersas, el cuello,
templo de gracia.
¿es materia la carne
transfigurada?
Amo y contemplo.
En el beso, en el tacto,
rozo el misterio.
  5
¡Qué oleaje en tu pecho
para mis ansias!
Tempestades, naufragios,
y un mar en calma;
vientos, galernas,
y un refugio sereno
tras la tormenta.
  6
Peregrino en tu cuerpo,
alma y paisaje,
demorando remansos
a mis afanes.
Y por tu vientre,
hacia arriba y abajo,
vértigo y fiebre.
  7
Si te alejas, ¡qué infierno
hecho de ausencias!
En el aire que habitas,
gozo y presencia.
Sobre los muslos,
poderosos y firmes,
alzas un mundo.
  8
Yo me sueño un regazo
ancho y perfecto;
siendo vid en mi otoño,
yo, su sarmiento
siempre enlazado.
Un altar, tus rodillas,
entre mis brazos.
  9
En los pies, la pisada
fuerte, segura:
caminando a mi lado
¡cómo retumba
dentro del pecho
un galope furioso
roto y sin freno!
  10
En tus manos, mujer;
todo en tus manos.
Mi persona: barro y arcilla.
Arcilla y barro para tus manos.
El crisol de tus manos
y allí fundirme.
Metal grosero, plomo terrestre;
en el crisol de tus manos, oro celeste.
Soy página en blanco donde se escriba
lo que hablan tus manos.
Allí se imprime lo que hablan sus gestos,
lo que me dicen.
Me hago ofrenda.
En su hueco, ovillado, ofrenda tuya.
Yo lo convengo:
en tus manos, a lo alto, hacia los cielos.
Y cuando me tocan...
En tus manos, mujer,
soy mi persona.

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Paleografiando el cielo
con de la su boca lágrima,
de la su penumbra alcoba;
y un algo más de luz
en cristalera ardiendo,
en sobremesa, en llama.
¿Hay cuerpo? Todo convoca.

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Tauromaquia

Salir el toro con la Suerte uncida,
tremendo halo de sombra en la cabeza,
y ya el espada en su interior empieza
con el drama ritual de la corrida.
Sobre la mar del toro embravecida
oficiará su gesta de grandeza:
forja un orden de gracia y de belleza
a las fuerzas desatadas de la vida.
Un misterio profundo y azaroso
ahonda los silencios de las gradas:
se lidia con la muerte en el albero.
Cerrando una liturgia por el coso,
¡qué vastas soledades enfrentadas
las del Toro, la Muerte y el Torero!

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Para un homenaje

Extraño don y extraño sacramento
el drama sin guion de la existencia.
Raro el don de escribirse con prudencia,
la suerte firme, el recorrido lento.
Degustador de la hora y del momento,
del saber que se adquiere y se silencia,
imprime en cada hoja su presencia,
hacedor de su propio monumento.
El término será (como un ancestro
ecuánime y sereno, el lance diestro)
recibimiento y nunca despedida.
Cada meta: un disparo de salida.
Marco Rubio de Bustos, un maestro
en el ruedo sagrado de la vida.

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Una dedicatoria en un ejemplar

Aquí la voz se remansa
en cierto nombre seguro,
que, alzado trigo maduro,
revela al mundo y amansa
la palabra en que descansa
el corazón en su hombro.
Transparenta si lo nombro
un claro nombre primero:
Dolores Núñez Romero,
continuo darse al asombro.

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Otra dedicatoria en otro ejemplar

Otórgate un triunfo cotidiano,
la gloria de vencer y, hecha de palma,
una regia corona: sé, de tu alma,
José Soriano López, soberano.
Vivir es competir consigo mismo,
templarse el corazón, hollar la senda
trenzada con los hilos del abismo
como un Héroe que forja su leyenda.
Recoge, siempre alerta, los laureles
del lado del camino, en la carrera
fatal e imprevisible de la vida.
Ominosas, vendrán las horas crueles,
los pasos rotos, y la sombra artera
del muro de la meta aborrecida.
















































































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