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Maqueta para una edición separada:
L O S P E C A D O S C A P I T A L E S
P R Ó L O G O
Una serpiente altiva y silenciosa anida
en vuestras casas.
Se enrosca, aviesa, insidiosa, en todos
vuestros lechos.
Tu casa y lecho en que portas la
existencia.
Su lengua bífida, ávida, ligera, acaricia
enervando las entrañas.
Y antes de morder, la gota de veneno en
los colmillos,
sobre la dilatación espantosa de una boca
sin labios,
la mirada demente de la hipnosis fascina
el pensamiento.
Súbito: el golpe al corazón del cuerpo y
de las almas.
Y ya está inoculado, para siempre, el
Veneno Original.
Es la Serpiente Antigua, Señora del
Encanto,
Dispensadora de las Delicias Vanas, de
los Transportes Falsos.
Su progenie corretea, nerviosa y veloz,
rincones y meandros;
puebla con ceño de triunfo cavernas y
barrancos, corrientes subterráneas,
horadando los cimientos de tu casa.
¿No sientes su trabajo?
horadando las paredes…
horadando techos y tejados…
horadando, horadando, horadando...
S
O B E R B I A
No burléis de esta especie de rata
entronizada,
que monta, el porte altivo, un Pegaso de
cartón
y os mira, si es que os mira, engreída y
altanera,
en su cielo arrogante de tramoya.
No burléis del pintarrajo, grave y
severo,
juglar pagado de sí mismo,
payaso doctorado honoris causa,
león que rebuzna, asno que ruge,
tonto con ínfulas de imbécil;
sino temedlo, temedlo hasta el delirio y
la demencia.
Tras la carne fatua de tal espantapájaro,
no ríe su propia calavera:
es la burla del mismo Lucifer que ríe de
su discípulo.
Lucifer, el Primogénito, el Ángel del
Desprecio,
Príncipe del Hielo y el Despojo en el
Mayorazgo de la Serpiente Antigua.
Alejaos de todo él.
Ojos de témpano que sajan, sin sangrar, a
cuantos mira.
El granizo duro de sus palabras duras
que golpeará, con duras previsiones de
despacho,
los frutos divinos de la Compasión del
Hombre.
La nieve de sus manos helando las raíces,
árbol que agostó en su paraíso, de la
Misericordia.
¡El Invierno del Ángel
Lucifer en el Invierno de su alma!
Alejaos del soberbio, si queréis vida:
ha encadenado en el Desierto Frío,
sin aires, sin tierras y sin aguas,
del círculo más hondo de su Infierno
el don humano de las
piadosas lágrimas.
A V A R I C I A
Monedas los ojos, la boca, el corazón y
el sexo,
en su despacho-oratorio de ignominia
(el Dietario ocupando el Evangelio;
el Libro Contable en las Epístolas)
inciensa el Avariento al Beneficio
miserias y exterminios,
el pan de las gentes y la sangre de los
pueblos.
Oro fundido latiendo en las arterias,
(el Sagrario: la Caja de Caudales)
pignora como ofrenda, tasador insaciable,
el frío de los padres, el hambre de los
hijos,
el harapo y la escrófula del Pobre.
Expulsa con sus títulos, de grutas y
covachas
(Orden y Ley de los Estados)
al que no tiene donde recostar la cabeza.
Mammón (¡vaya nombre!) es su Diablo.
Mammón el Despiadado, el Genocida,
Mammón el Propietario.
Meditad Su Número, número de infamia y
podredumbre,
cuya suma registra en sus balances
el Político, el Banquero, El Industrial,
El Comerciante.
Recluta a la matanza (himnos, desfiles y
estandartes)
al héroe, al guerrero, al patriota;
macera vuestra carne en los secaderos del
agio;
carne para la venta, carne y alma, huesos
y despojos,
en Mercados, Gobiernos y las Bolsas.
¿Qué Espectros de Latón y de Hojalata
velarán sus pesadillas?
¿Qué Ángeles de Acero
la Hora de su Muerte?
Monedas los ojos, la boca, el corazón y
el sexo.
L U J U R I A
Es hermoso bogar en la Belleza,
magnificar el lujo de la carne;
de nobles remontar, rumbo a su origen,
las corrientes que orillan la ribera;
aventurar, como los dioses, tu Isla,
allende de la mar, Desconocida.
Lujuria transponiendo la lujuria,
del amor al Amor de los
amores.
Cuidad la nave que os llevará, primero, a
Citerea:
lujuria sin belleza es bestialismo;
llamadla secreción, fisiología,
escozor, un picor incitante de los
miembros
que se agota devorándose a sí mismo.
Y tiene asignado su demonio.
Demonio del Incendio, el Barro y la
Ponzoña,
el Motín, el Tumulto y la Borrasca.
Asmodeo, que embosca sus lemures
en las húmedas, turbias, pegajosas
hoquedades del Cuerpo y de la Mente.
Al grito de Asmodeo, galopan feroces,
desbocados,
pecho abajo las llanuras palpitantes de
los vientres,
asciendes furiosos por los muslos,
escalan rabiosos por las ingles...
Asmodeo apremia, Asmodeo llama, Asmodeo
convoca.
Un grito bronco retumba estremeciendo las
pulsiones
del Instinto en las Vísceras y los
Tuétanos:
Asmodeo, Asmodeo,
Asmodeo…
Señor, aparta de mí este cáliz
(y el libre de pecado atreva la primera piedra.)
(y el libre de pecado atreva la primera piedra.)
I R A
Amon, demonio volteriano,
de burla fácil y sarcasmo obvio,
acecha agazapado y zascandil
en las junturas de todos nuestros
nervios.
Con plumilla de acero electrizada,
en la ocasión de las contrariedades,
cosquillea, irónico y febril,
los extremos sensibles de todos los
ramales.
Zascandil y volteriano,
Lucifer sonriente a sus espaldas,
con plumilla de acero electrizada,
galvaniza los centros fulminantes
de las justicias prestas,
de las venganzas
rápidas.
La Ira del violento y del imbécil,
la Ira del tonto, la Ira del soberbio,
la Ira del injusto y la falsa del
hipócrita,
del cobarde en la ira de las masas,
la rabia explosiva del medroso, el
apocado, el impotente.
¿Qué bálsamo de calma y de paciencia
aliviará en su punto de locura
la cólera interior del indignado,
la rabia del que sufre la injusticia,
la
ira santa del airado santo?
Temed sin confundir, aunque nombremos
Ira,
la del Justo en el Trono y el Templo de Su Padre.
la del Justo en el Trono y el Templo de Su Padre.
G U L A
¿Es pecado la gula?
No implica al prójimo, decimos;
asuntillo privado, intemperancia, sí, sin
sufrimientos,
inocua e inocente...
Mas, preside tus banquetes -¿no lo
sabías?- un Ángel Caído.
Al primer bocado de delicia, a tu paladar
y estómago,
convoca Belcebú y acuden presurosas y
festivas
la Avaricia, la Envidia, la Lujuria,
la Pereza a tus miembros resabiados.
Fuiste creado, Hombre, aunque lo olvides,
a modo de la Imagen y Semejanza del
Creador
y tu cuerpo es Templo Santo.
Y es Belcebú obrador astuto;
con simpáticos placeres,
que solo, en apariencia, deleitan simpáticos
sentidos,
enturbia el espejo de toda reflexión:
vela Su Imagen;
secuestra voluntades, anuda el albedrío:
la Semejanza;
agobia y abotarga en la
materia el Templo del Espíritu.
¿Inocua e inocente?
Pecado al parecer amable, glotones;
pero al fin Pecado.
pero al fin Pecado.
E N V I D I A
(Canto Coral ininterrumpido)
Trabajas con firmeza ¡oh, Leviatán!
el reposo y la paz de nuestras almas.
Malicias con esmero los Infundios
¡oh, Leviatán! los Falsos Testimonios,
mis Odios sin Piedad y mis Perjurios.
Dispones la materia de los sueños,
el extraño metal de las vigilias.
¡El insomnio maldito de los días
y el insomnio implacable de las noches!
Suplico ¡oh, Leviatán! males ajenos
y no logro saciar tu fauna innoble
y no entraré jamás en mi descanso.
¡Ah, el cerebro larvado de termitas
y al filo de los ojos la carcoma!
¡Qué avisperos la boca y la garganta!
¡Qué de hormigas bullendo en las
entrañas!
¡Y una punzada a corazón abierto!
Trabajas con firmeza ¡oh, Leviatán!
el reposo y la paz de nuestras almas...
el reposo y la paz de nuestras almas...
P E R E Z A
Adoro el sabor de la pereza
(su fruto es mi pecado favorito)
En mullidos lechos de su Jardín cerrado
me he permitido, siempre despierto,
el dulce no hacer nada frente al mundo
y visitado, a mi acomodo,
lugares, tiempos y ficciones,
las artes, el ingenio de los hombres,
aventuras del saber y del espíritu.
No hollar sus huertos quien no sepa del
Ocio Diligente.
Alerta al morder la fruta apetitosa.
Esconde su pulpa somnolienta
un gusano tenaz y sigiloso:
su nombre es Belfegor el Estéril,
Señor de las Arenas Movedizas,
Alquimista del Sopor sin Sueños.
Suave, disfrazado de indolencia,
desahucia tus estancias
despuebla tus ciudades,
te anega sin descanso, mansamente,
en los pantanos mortales del silencio sin
fondo;
un descenso adormecido...
a los silencios sin fondo...
abajo... abajo... más abajo…
adormecido…
La Pereza.
La Pereza.
F I N
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