¡Esta sombra muda hablando sin descanso! ¡Esta quietud!
Y al hablar, entonces: un texto borroso hay y una página en blanco,
un silencio atronador de amontonamiento sin nombres
y una débil convulsión inútil, como temblor desarbolado
de ansias derrocadas y lujurias marchitas.
Sobre mis días, sobre mis horas, una calima densa, extenuante,
el sabor a polvo, monótono y tenaz, de mueble antiguo;
y también, quizás, el aire enmohecido de los salones muertos,
de alcobas ya desalojadas por sus dueños hace ya años
me acompaña, y la tierra áspera que estrujo entre mis manos,
¡oh, tiempo!
en mañanas que no quiero despertarme,
en tardes de relojes somnolientos y estériles
y noches abrumadas sin peso ni medida;
¡oh, sí! como una turbia postración en el centro de mi celda,
mi presidio, mi desierto, abandonado,
cuando ya no hago preguntas
y no busco respuestas.
Pero, de pronto, en verdad: un impulso huracanado, un viento impetuoso
me arrebata, y una brisa cierta y un aire celeste y un vuelo de águila;
un derrumbe hay, un olvido sin término y una entrega confusa.
¡Oh, sí, esta quietud incesante deambulando los espacios angostos de mi dormitorio sin límites!
Y este olor nocturno a no sé qué espantos, como un sumidero algo lejano,
como una sentina cegada - ¡oh, sombra de mi luz! - a la cabecera de la cama.Y al hablar, entonces: un texto borroso hay y una página en blanco,
un silencio atronador de amontonamiento sin nombres
y una débil convulsión inútil, como temblor desarbolado
de ansias derrocadas y lujurias marchitas.
Sobre mis días, sobre mis horas, una calima densa, extenuante,
el sabor a polvo, monótono y tenaz, de mueble antiguo;
y también, quizás, el aire enmohecido de los salones muertos,
de alcobas ya desalojadas por sus dueños hace ya años
me acompaña, y la tierra áspera que estrujo entre mis manos,
¡oh, tiempo!
en mañanas que no quiero despertarme,
en tardes de relojes somnolientos y estériles
y noches abrumadas sin peso ni medida;
¡oh, sí! como una turbia postración en el centro de mi celda,
mi presidio, mi desierto, abandonado,
cuando ya no hago preguntas
y no busco respuestas.
Pero, de pronto, en verdad: un impulso huracanado, un viento impetuoso
me arrebata, y una brisa cierta y un aire celeste y un vuelo de águila;
un derrumbe hay, un olvido sin término y una entrega confusa.
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